La acacia de hoja azul (Acacia dealbata Link) es una especie de árbol perteneciente a la familia Fabaceae, originaria de Australia y Tasmania. Se ha introducido en otras regiones del mundo, como el sur de Europa, donde se considera una planta invasora.
La acacia de hoja azul se caracteriza por tener un porte erecto y ramificado, que puede alcanzar hasta 30 metros de altura. Su corteza es lisa y grisácea, y sus ramas son flexibles y pubescentes. Sus hojas son compuestas, bipinnadas, con folíolos muy pequeños y de color verde azulado. Sus flores son amarillas, muy aromáticas y reunidas en cabezuelas globosas que forman racimos terminales o axilares. Su fruto es una legumbre plana, alargada y negruzca, que contiene varias semillas.
La acacia de hoja azul tiene varios usos, tanto ornamentales como ambientales, apícolas, madereros y medicinales. Es una planta muy apreciada por su belleza y fragancia, y se cultiva en jardines, parques y alineaciones. También se utiliza para la fijación de dunas, la prevención de la erosión y la formación de setos. Sus flores son una fuente importante de néctar y polen para las abejas, y su miel es muy valorada. Su madera es ligera, dura y resistente, y se emplea para la fabricación de muebles, instrumentos musicales y carbón vegetal. Sus hojas y flores tienen propiedades astringentes, antisépticas y expectorantes, y se usan en infusiones para tratar afecciones respiratorias e inflamatorias.
La acacia de hoja azul se reproduce por semillas o por esquejes. Las semillas requieren un tratamiento previo para romper su dormancia, como escarificarlas o sumergirlas en agua caliente. Los esquejes se toman de ramas semileñosas en primavera u otoño, y se enraízan en un sustrato húmedo y arenoso. La planta prefiere suelos profundos, fértiles y bien drenados, con un pH neutro o ligeramente ácido. Tolera la sequía, el frío moderado y la salinidad, pero no el encharcamiento ni las heladas fuertes. Necesita una exposición soleada o parcialmente sombreada.
La acacia de hoja azul es una especie muy invasora que puede desplazar a la vegetación autóctona y alterar los ecosistemas naturales. Su capacidad de adaptación, su rápido crecimiento, su alta producción de semillas y su resistencia al fuego le confieren una gran ventaja competitiva sobre otras especies. Además, sus raíces fijan el nitrógeno atmosférico en el suelo, lo que favorece su propia expansión y dificulta el desarrollo de otras plantas. Para controlar su invasión se recomienda evitar su plantación en zonas sensibles, eliminar los ejemplares existentes mediante métodos mecánicos o químicos, y restaurar la vegetación nativa.
